Guerrilla comunicacional: ¿por qué y para qué?

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MARX GÓMEZ

La imagen de una guerrilla evoca a un pequeño grupo de personas, armadas, ejecutando una acción de resistencia y/o contra-ofensiva militar; ataques puntuales, articulados, rápidos con el objetivo de desgastar al enemigo y conseguir su capitulación.

Por su parte, la comunicación suele expresarse con aquella fórmula anacrónica “E-M-R”, donde E es el emisor, M el medio y R el receptor. Visto así, el acto comunicativo sería una secuencia lineal donde ya están establecidos los puntos emisores, receptores y los canales comunicativos.

Nuestra cotidianidad desmonta fácilmente esa fórmula, planteando a la comunicación como un proceso dinámico, con agentes duales: el emisor es también punto de recepción de mensajes, así como el receptor también emite sus códigos y pautas. Allí hay un ir y venir constante que muestra a las y los seres humanos como sujetos activos dentro de la dinámica comunicacional y no como esa “masa” amorfa y pasiva, pensada desde las escuelas norteamericanas.

Aunado a ello, los medios son muy versátiles, y más desde la segunda mitad del siglo XX con el boom de la llamada revolución científico-tecnológica y la aparición de múltiples dispositivos electrónicos, así como de plataformas cibernéticas, que potencian nuestro accionar como agentes comunicadores. ¡Hasta las paredes son un medio maravilloso! Recordemos eso de “si la prensa es del capital, las paredes son nuestras”.

Pero incluso en esa posibilidad de potencia comunicativa aparece el capitalismo con su actitud esterilizadora y plantea conceptos “neutros” como el de “periodismo 2.0” que si bien reconocen ese proceso dinámico al que hacíamos mención, despolitizan y desmovilizan al ser humano cuando omiten los aspectos estructurales del sistema-mundo capitalista, naturalizando tal ordenamiento social como “el mejor de los mundos posibles”.

En otras palabras, mientras esa potencia comunicativa sea afín a la reproducción del sistema de ideas que sustentan al capitalismo, no habrá ningún problema; pero en cuanto nos permitamos subvertir ese orden, aparecerán los paladines de la “ética y el profesionalismo”, como esos de cierto canal de televisión nacional que hasta video chat hacen eventualmente para despolitizarnos del acto comunicativo. No olvidemos esa clase magistral de “ética periodística” que nos dieron el 11, 12 y 13 de abril de 2002 al tergiversar todo lo sucedido e invisibilizar la avanzada del pueblo en la calle defendiendo nuestra Revolución.

¡NO NOS LLAMEMOS PERIODISTAS, LLAMÉMONOS GUERRILLEROS!

En su momento, Marcuse dijo que romper con el continuum de la dominación implica romper, también, con el lenguaje de la dominación, con categorías, conceptos, principios, ideas y valores que reproducen la actual estructura de opresión global.

La humanidad asiste a un momento de transformación planetaria, donde vamos construyendo diversos horizontes políticos que serán las hojas de ruta para nuestro accionar. En ese punto de bifurcación, nos vamos deslizando hacia otras formas de hacer, pensar y sentir que no son las dictaminadas por la colonialidad del poder capitalista.

Es en este sentido, que asumirnos plenamente como guerrilleros y guerrilleras comunicacionales deviene en una profunda ruptura de ese imaginario esterilizado, donde los medios son imparciales, los “periodistas” son agentes neutrales y la información no está manipulada.

Creo que si hablamos de una guerra de cuarta generación, si reconocemos la existencia de una gran impostura mediática y si sabemos de la concentración de poder en las corporaciones mediáticas transnacionales y sus filiales nacionales, debemos asumir nuestro ejercicio comunicativo crítico como una acción guerrillera.

¿QUÉ ES, ENTONCES, UNA GUERRILLA COMUNICACIONAL?

No quiero aquí emular a un diccionario y empezar con un “dícese de la acción…”. No. Eso sería terrible. Pretendo, más bien, esbozar algunas ideas para la construcción colectiva de este concepto que, así como muchos otros, requiere ser reflexionado, teorizado y sistematizado en el marco de las experiencias que hemos venido viviendo en década y media de proceso revolucionario.

La emergencia de numerosas emisoras y televisoras comunitarias a lo largo y ancho de toda Venezuela, nos revela que ya contamos con una base guerrillera para el ejercicio comunicativo. Ya operando. Necesitamos articularnos más.

No podemos quedarnos solo en resistir los embates de la derecha mediática, debemos avanzar en la contraofensiva, en el establecimiento de una agenda popular que profundice la Revolución. Se lo debemos a ese Chávez Comunicador que tantas cátedras nos ofreció, siendo él eco de nuestras voces, y nos lo debemos a nosotros mismos como pueblo en lucha, que tomamos su morral, sus banderas y su fusil asumiendo su legado como nuestra praxis militante.

¿POR QUÉ?

Por tres razones: la primera es que estamos en un momento de mucha tensión. Ciertamente, ya decía Lenin que una revolución es grande en la medida que engendra una contrarrevolución tan grande como el mismo proceso revolucionario.

La segunda, derivada de la anterior, es que el conjunto de medios recuperados por el Estado si bien vienen avanzando hacia la democratización en el acceso y uso de los mismos, caen en una posición reactiva por la ineludible necesidad de neutralizar la agenda golpista que constantemente se fragua en nuestro territorio y se piensa desde afuera. En ese fuego mediático cruzado, el esplendor de los poderes creadores del pueblo a veces no tiene el suficiente protagonismo.

Y tercero, ya como aspecto histórico-estructural, el peso de los medios privados en la construcción de la opinión “pública”, que bien sabemos qué pública no es. Sus líneas editoriales, la primacía de algunas noticias sobre otras y la tergiversación del diario acontecer devienen en la transmisión a la ciudadanía de una mentalidad esquizoide que no va a ver logros ni avances, sino puro caos y desidia.

¿PARA QUÉ?

Aquí entra una imagen que me gustaría compartir. Es la noción de des-pliegue. Si entendemos por plegar el arrugar, doblar, o contraer algo, el despliegue viene a ser la expansión, la irradiación, la visibilización de aquello que aparecía plegado.

Es a eso a lo que debemos llamarnos las y los guerrilleros de la comunicación: a desplegar la potencia creadora de todas y todos nosotros como pueblo, siendo pueblo, pues solo nosotras y nosotros sabemos, en nuestra cotidianidad, las conquistas que hemos alcanzado en década y media de Revolución, las contradicciones que aún persisten y los temas que aún no están presentes en el debate nacional.

Vernos con nuestros propios ojos, mostrarnos lo que hemos venido haciendo. Articular, engranar, desplegarnos en la calle. Así, el mundo verá que somos millones de flores de cuatro elementos en lucha permanente, en lucha constante, llevando a ese Chávez Comunicador en nuestra acción, en nuestras almas.

El autor es sociólogo, miembro del colectivo Kinkalla Visual

kinkallavisual@gmail.com

Publicado en: http://www.ciudadccs.info/?p=478493